Por: Dra. Jeanne Simon, politóloga y académica UdeC.

Joe Biden, como persona y como presidente electo, se presenta como el opuesto a Donald Trump, y no solamente por ser Demócrata. Es un hombre de partido, ejerciendo un cargo político desde 1972. Fue Senador durante 36 años y después asumió como Vicepresidente durante los ocho años de gobierno de Barack Obama. Luego de los cuatro años caóticos de la presidencia de Trump, la tranquilidad de Joe Biden es un alivio para muchos, tanto dentro como fuera de las fronteras de Estados Unidos. Es un personaje conocido por ser progresista, pero pragmático. El mundo tiene tanto esperanzas como desconfianza en este nueva etapa de Estados Unidos.

Debido a su experiencia como Senador y Vice Presidente, Biden y sus puntos de visto son muy conocidos en el escenario mundial. Joe Biden se percibe a sí mismo como un hombre de principios y valores, pero no siempre ha logrado analizar bien la configuración de fuerzas y las motivaciones de otros Estados, en especial en el Medio Oriente. A pesar de su extensa experiencia en relaciones exteriores, tiene una visión poco crítica y piensa que Estados Unidos sigue siendo el líder del mundo occidental.

Se presenta como un hombre que buscará restaurar la política exterior tradicional de Estados Unidos establecida después de la Segunda Guerra Mundial. Así, en sus primeros días, USA reintegrará al Acuerdo de París y a la Organización Mundial de Salud como prioridades centrales de su política exterior. También optará por el multilateralismo para mantener seguridad en Europa y el Medio Oriente, recuperando el protagonismo en la Organización del Tratado del Atlántico Norte y articulando acuerdos internacionales para limitar el desarrollo y uso de armas nucleares.

Al mismo tiempo, la posición internacional de USA no será la misma. Aunque sigue siendo una de las principales economías, será difícil que Biden puede recuperar el liderazgo global en comercio exterior. Ya no forma parte del Tratado Trans-Pacífico y hay varias controversias comerciales entre China y Estados Unidos. Además, en la era Post-Trump, Biden no puede plantear una política globalista, porque enfrentará mucha resistencia en el país.

En Norte América, se profundizarán las relaciones productivas entre México y Canadá a través del nuevo tratado de libre comercio negociado por Trump. Una de sus primeras acciones será dejar de construir el muro en la frontera con México. También, establecerá un proceso de regularización y nacionalización para extranjeros residentes en Estados Unidos. Al inicio, lo hará a través de órdenes ejecutivas, pero idealmente avanzará con legislación para garantizar que se mantenga en el tiempo. Además, Biden ya ha indicado que reabrirá las relaciones con Cuba, pero no será una prioridad de su agenda por ser controversial en USA.

En América Latina, podemos esperar un enfoque proactivo y más humano pero igual centrado en los intereses de Estados Unidos. Utilizará programas de anti-corrupción y ayuda humanitaria para incentivar que los habitantes de Honduras, Guatemala y El Salvador se queden en sus países. Mantendrá una buena relación con Colombia y Chile y una relación más fría con Venezuela y Argentina.

Sí, la presidencia de Biden trabajará para fortalecer la democracia liberal en el mundo, como una manera también de debilitar la posición de la derecha autocrática en su propio país. Como Senador, Biden apoyó el uso de intervención armada para favorecer la paz y evitar violaciones de derechos humanos en otros países, anticipando el principio “responsabilidad de proteger” (RP2) de las Naciones Unidas. No obstante, por la insurrección del 6 de enero y la amenaza de terrorismo doméstico, no se espera un aumento de intervención militar en otros países, sino principalmente apoyo a acciones multilaterales. En 2021, cuando Biden propone realizar un cumbre internacional por la democracia, el gobierno de Estados Unidos tendrá que aceptar con humildad las críticas de otros países.

Dentro y fuera de Estados Unidos, millones de personas miran a la Presidencia de Joe Biden con esperanza. En sus discursos se ve una persona bien intencionada y con principios. Se promete una política exterior menos intervencionista y más proactiva en temas como cambio climático y la protección de derechos humanos. Su gabinete es experimentado y también diverso, demostrando el lado más optimista de la cultura estadounidense. Al mismo tiempo, después de haber vivido un gobierno autocrático durante cuatro años, se espera que enfrentará sus relaciones exteriores con menos arrogancia.