Un “error garrafal” sería para Ainhoa Vásquez Mejías, académica e investigadora con más de una década de trabajo en temas de narcocultura y violencia de género en Chile y México, que nuestro país optara por el enfoque de la “guerra contra el narcotráfico”, similar al impulsado a inicios de siglo por el ex presidente mexicano Felipe Calderón y que ha dejado, según distintas estimaciones, entre 200 mil a 300 mil muertos.

Para la especialista, “tenemos tantas alternativas antes que llegar a eso, que ojalá la discusión se vaya hasta esas otras alternativas, y no hacia una guerra contra el narcotráfico que sabemos que ha fracasado en todas partes del mundo”.

La Dra. Vásquez llegó hasta Concepción para exponer en la clase inaugural del Magíster en Intervención Social y Desarrollo de la Facultad de Ciencias Sociales UdeC acerca de Narcocultura. Masculinidad precaria, violencia y espectáculo, los temas de estudio que además dan título a su nuevo libro, publicado este año por Editorial Paidós.

“Si queremos atacar algo, tenemos que saber qué estamos atacando”, indicó, antes de profundizar en cuatro conceptos clave para sus investigaciones: narcotráfico (industria), narcocultura (ritos y costumbres de los grupos criminales), narcoficciones (series, películas, producidas desde fuera de ese ambiente hacia el público general) y narconarrativas (la realidad del narcotráfico contada a un público más amplio, como reportajes o documentales).

Sobre la narcocultura, la académica afirmó que “en Chile estamos viendo un montón de ritos que antes no veíamos, pero que tienen que ver con esta transculturización que hemos vivido con narcoculturas extranjeras que también nos han llegado y que han impactado de alguna manera la narcocultura local. Hablamos de narcocultura, pero podríamos hablar de una cultura del hampa, de la delincuencia en Chile, muy arraigada, con reglas propias, y que se ha ido modificando de alguna manera por la narcocultura de otras partes”.

Respecto de las narcoficciones, en tanto, señaló que “se han criminalizado un montón”. El supuesto de que toda ficción es una apología al narcotráfico, a su juicio, “tiene que ver con pensar que el público son personas muy básicas que simplemente reciben una información, la adoptan y la reproducen”.

“Creo que la gente es muy consciente al ver un producto de ficción. Al contrario de esta cosa reduccionista, yo creo que la ficción es un aparato crítico que tendríamos que productivizar y que tendríamos que usar a nuestro favor”, acotó.

La masculinidad precaria es uno de los conceptos más relevantes en su investigación. Sobre el punto, explicó que “pareciera que la mayoría de estos jóvenes que se involucran en el narcotráfico, como vienen de ambientes muy vulnerables, también tienen una identidad y una masculinidad muy precaria. Se involucran en el narcotráfico no sólo por cosas económicas, también porque están buscando una identidad, un grupo, validación, poder, que les va a dar el hecho de estar con otros hombres”.

En esta línea, profundizó en torno al “espectáculo de la virilidad al que como público nos han involucrado”.

Chile, México y los abordajes para enfrentar al narco

Con más de diez años de trabajo en ambos países, Ainhoa Vásquez es una voz autorizada para abordar las semejanzas y diferencias entre la criminalidad de Chile y México.

Precisamente, consultada por las particularidades, relevó que en México la narcocultura es “más privada y más paternalista”, una idea de Robin Hood a la que responderían personajes como Joaquín «El Chapo» Guzmán, líder del cartel de Sinaloa.

Junto con señalar que la política chilena “ha tenido muchos aciertos, pero falta mucho por hacer”, la Dra. Vásquez destacó los avances en materia de inteligencia que han permitido desbaratar bandas criminales en distintos puntos del país y planes como el Calles sin Violencia.

Como desafío, indicó que es clave avanzar en prevención, ya que “pareciera que estamos todo el tiempo atacando lo que ya existe, que hay que hacerlo, por supuesto, pero también tenemos que empezar a prevenir”. En esta línea, la conversación sobre masculinidades y el trabajo inter y transdisciplinario serían fundamentales.

“Hemos llevado esto al terreno de la seguridad, o a la salud, o a la ficción, pero no estamos haciendo estos cruces que son sumamente importantes para empezar a prevenir este tipo de delitos. Creo que por ahí hay puntos para trabajar y sería interesante que el Gobierno los empezara a pensar”, concluyó.

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