Según un reporte producido por la Oficina de Naciones Unidas en Chile, los incendios forestales ocurridos en el país durante el periodo recién pasado arrasaron con 439 mil hectáreas, dejaron 7.835 personas damnificadas y 2.560 viviendas destruidas.

Ese capítulo marcado por la catástrofe aún no termina, porque la reconstrucción –a diferencia del fuego– avanza lentamente. El punto de inflexión llegó con el lanzamiento del Plan de Prevención, Mitigación y Control de Incendios de Conaf, presentado en septiembre, que anunció un presupuesto de 148 mil millones de pesos, representando un aumento de 47% para la temporada 2023-2024.

Ese incremento permitirá reforzar la presencia de brigadistas y ampliar el equipamiento para combatir incendios forestales. De esta manera, el plan considera más de 3.330 brigadistas distribuidos desde Atacama a Magallanes, además de 70 aeronaves, entre aviones y helicópteros con maquinaria y vehículos especializados.

¿Cómo dar solución a una problemática que cada año pone al filo de la navaja a las comunidades aledañas a los predios forestales? ¿Qué otras acciones se pueden implementar en un país con 16 millones de hectáreas de bosques, utilizadas tanto con fines productivos como de conservación o preservación?

Cambio en la gestión y manejo de combustible

¿Por qué en los últimos años los incendios forestales han sido mayores y más graves? Para el Dr. Eduardo Peña Fernández, vicedecano de la Facultad de Ciencias Forestales UdeC, la principal explicación es que estos siniestros “dependen de las condiciones en que está el combustible (material inflamable que se quema), es decir, si pierde o no la humedad y con el cambio climático esa pérdida es mayor en este momento y está en mejores condiciones de arder”.

Además, entrega un dato revelador: “prácticamente el 90% de los incendios son menores a 5 hectáreas, pero al 10% no somos capaces de llegar. Menos del 1% son los que queman el 70% del daño anual, todo el resto son pequeños”.

Peña es experto en ecología del fuego, es decir, la respuesta del ecosistema post-incendios, y considera que es vital identificar la “zona defendible” de las viviendas, pues si esos primeros 30 metros alrededor de una casa no presentan combustible (pasto, leña, maleza, basura, etc.) será más fácil controlar el incendio. Replicar la experiencia de Australia, tras la catástrofe forestal de 2009, es su propuesta.

El investigador, que actualmente dicta las asignaturas de “Incendios forestales” y “Manejo del fuego”, precisa que es relevante cortar la continuidad del combustible en el bosque nativo, porque –a diferencia de lo que muchos creen–, los incendios en esos terrenos pueden causar más daño, “porque en el piso hay más material muerto grueso que permite que permanezca ardiendo media hora o más, en cambio, bajo los pinos el fuego pasa rápido, porque no hay mucho material”.

Para Peña, la importancia del manejo de combustibles radica no sólo en actuar en los cortafuegos, sino que también en mantener despejadas las zonas interiores.

“Cada persona que está en las zonas rurales debería entender por dónde me va a llegar el fuego”, dice el académico, mencionando que hay datos relevantes que permiten tomar decisiones en la construcción de viviendas, ya que “el 90% de los incendios viene del sur hacia el norte, por lo tanto si en el lado sur de mi vivienda hay mucho bosque y material estoy en riesgo. Además, el fuego cerro arriba se propaga 4.5 veces más rápido”.

Concientizar a la ciudadanía

“Un modelo forestal de alta productividad, donde los árboles se plantan muy cerca, entonces eso ayuda a que frente a un incendio se propague más rápido”. Así resume la Dra. Tamara Gorena Hernández, académica de la Facultad de Ciencias Forestales, el diagnóstico de cómo funciona la industria en Chile y los riesgos asociados.

La especialista en áreas de conservación y rehabilitación de suelo sostiene que hay todo un daño ecosistémico relacionado a los incendios, por lo que no debe limitarse a una mirada reduccionista. Indica que hay que preocuparse “no sólo de lo que se ve, que es una superficie quemada, sino que hacia abajo también hay problemas asociados”.

¿Cómo evitar esos múltiples daños? La investigadora se suma a varias ideas que circulan en el mundo experto, como por ejemplo aumentar las distancias entre las plantaciones e instalar ciertos corredores, para que una vez que haya un incendio se pueda frenar.

Sin embargo, para ella la respuesta va en otra dirección: concientizar a las personas sobre la problemática y enseñarles a prevenir.

El origen de los incendios, recae en la acción humana. Según Conaf, el 99,7% se inicia por descuidos o negligencias en la manipulación de fuentes de calor, por prácticas agrícolas o por intencionalidad, originada en motivaciones de distinto tipo, incluso la delictiva.

En ciertas áreas del mundo, los rayos también han ocasionado incendios, pero no es el caso de Chile, donde toda la vegetación es sensible al fuego y donde la quema y destrucción, afecta al suelo, la fauna, al aire, y al ciclo del agua.

Mosaicos en el paisaje: combinar usos del suelo

La Universidad de Concepción tiene un Laboratorio de Ecología de Paisaje que se centra principalmente en tres líneas de investigación: Restauración Ecológica, Análisis Espacial del Paisaje y Conservación de la Biodiversidad. La instancia es dirigida por el Dr. Cristian Echeverría Leal, quien al ser consultado por cómo se puede controlar la problemática de los incendios, establece un punto de partida.

“Hay factores que nosotros podríamos intervenir y otros que están lejos de nuestro alcance. Por ejemplo, todos los que son climáticos no podemos manejarlos a una escala territorial, porque son procesos globales. En cambio, el cómo nosotros moldeamos los territorios y los paisajes es algo que podríamos intervenir mediante instrumentos de planificación territorial, reduciendo el riesgo o la peligrosidad de ocurrencia de incendios”, menciona.

Por ello, combinar distintos usos del suelo, formando una especie de “mosaico”, es para el académico la principal salida a esta situación.

La realidad se aleja de esa eventual solución. Desde el Laboratorio de Ecología del Paisaje han muestreado las regiones del territorio centro-sur de Chile y han descubierto que en las últimas 5 décadas se ha registrado un aumento en la homogeneidad de los cultivos.

El investigador agregó que este verano se proyecta crítico en términos de incendios, por la variación climática y el calentamiento global, “procesos que están instalados”. Agregó que es preciso identificar las zonas de mayor vulnerabilidad a los incendios, ya que “hay ciudades que están más en riesgo y son aquellas que tienen una alta continuidad de biomasa forestal, que debería ser atendida. En el caso de Biobío, Concepción es una comuna que hemos visto, mediante análisis satelital, que tiene bastante biomasa acumulada (combustible)”.

Identificar las vulnerabilidades y apuntar a ellas en la toma de decisiones

La Dra. Edilia Jaque Castillo, vicedecana de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Geografía (FAUG) de la UdeC, expone que “los incendios han aumentado su nivel de intensidad, su magnitud, la superficie afectada y sobre todo los nivel de daños” por varios factores, “siendo uno de los más relevantes las temperaturas extremas asociadas fundamentalmente al cambio climático”.

Para la académica, los incendios deben analizarse desde un enfoque de construcción social del riesgo. “Tampoco es que podamos controlar en un periodo corto, con una política pública concreta, la disminución de las plantaciones forestales, entonces esa es la amenaza, y frente a ella hay algunas cosas que se pueden hacer, pero tienen un enfoque mucho más difícil de abordar en un modelo como el que vivimos y en un territorio como el que habitamos”, dijo la líder del Grupo de Estudio Multiamenazas, Vulnerabilidad y Cambio Climático de la UdeC.

Por ello, el concepto de vulnerabilidades pasa a ser fundamental, pues al identificarlas es posible también saber cómo afrontarlas y, con ello, prepararse ante el peligro.

Según la investigadora, la ecuación funciona así: si disminuye la vulnerabilidad, lo hará también el riesgo; por lo que identificar las zonas más débiles ante los incendios, debería ser una prioridad.

¿Qué relación existe entre la materialidad de las viviendas y la vulnerabilidad? Jaque expuso que este nexo se mide a través de una tabla que se construye en base a las exigencias que tiene la Ordenanza General de la Ley de Urbanismo y Construcciones. Con ello es posible identificar la resistencia al fuego de las distintas materialidades, que indica cuánto tiempo demora en quemarse todo en ciertas condiciones de temperaturas.

“Las viviendas de madera se queman mucho más rápido que las de otro material, entonces deberíamos cuestionarnos si vamos a seguir construyéndolas en las zonas de interfaz”, concluyó.