Por: Nicole Lasserre-Laso, Nutricionista, MSc. Nutrición Humana, Académica Escuela Nutrición y Dietética Universidad Santo Tomás y Directora Núcleo Epidemiología Nutricional e investigadora Consorcio ELHOC Research.

El mes de octubre se instauró como el mes de la sensibilización sobre el cáncer de mama a nivel mundial, debido a que este tipo de neoplasia es la que tiene mayor prevalencia a nivel mundial, en América es la más común en mujeres y la segunda causa de muerte por cáncer en mujeres, mientras que en la población hispana se estima que, en el año 2018, un 16% de las muertes por cáncer estarían atribuidas a esta patología. En Chile, la tasa de mortalidad por esta enfermedad se ha incrementado, a pesar del aumento en detección temprana, su prevalencia ha seguido en alza. Se estima que esta población de mujeres con cáncer de mama tiene actualmente una sobrevivencia de un 89,7% siendo el subgrupo más grande de sobrevivientes por cáncer a nivel mundial.

Respecto a la etiología del cáncer de mama, numerosos factores han sido descritos por la literatura científica. Actualmente, los patrones hormonales y metabólicos junto con las características genéticas o hereditarias son predominantes en el desarrollo de la enfermedad, siendo las mutaciones de los genes BRCA-1 y BRCA-2 los responsables de gran parte de los casos con patrón hereditario familiar. Por otro lado, la evidencia científica de los últimos años ha sido consistente en señalar que aproximadamente un tercio de las muertes por cáncer que se registran cada año a nivel mundial pueden atribuirse a los estilos de vida como: alimentación inadecuada, el sedentarismo, el sobrepeso y la obesidad o el consumo de alcohol.

En el caso particular del cáncer de mama, la Fundación Mundial de Investigación contra el Cáncer (WCRF) señala en un informe que recopila evidencia científica a nivel mundial, que para el cáncer de mama postmenopáusico, hubo evidencia convincente respecto del consumo de bebidas alcohólicas, la grasa corporal y grasa abdominal como factores que aumentan el riesgo de este tipo de cáncer y, por el contrario, la lactancia materna y la actividad física son factores protectores.

El cáncer de mama, a diferencia de otros tipos de neoplasia (donde se observa una pérdida de peso asociada a masa muscular y adiposa), se caracteriza por un aumento en la probabilidad de tener obesidad (se ha descrito que entre un 50 a un 96% de las mujeres ganan peso corporal después del diagnóstico de cáncer de mama) y síndrome metabólico, es decir presentar tres de los siguientes criterios: perímetro de cintura elevado, alteración en la glicemia, en la presión arterial o en los lípidos sanguíneos (triglicéridos y colesterol HDL bajo), factores que incrementan a su vez el riesgo de padecer nuevamente cáncer (recurrencia) y significan una menor sobrevida para quienes los presentan.

En las guías de nutrición y actividad física para sobrevivientes con cáncer se sugiere alcanzar y mantener un peso saludable, lograr un patrón de dieta alta en verduras, frutas y granos enteros, mientras que en el caso de sobrepeso u obesidad se recomienda limitar el consumo de alimentos y bebidas ricos en calorías y aumentar la actividad física para promover la pérdida de peso, ya que evitar el sobrepeso y la obesidad es considerado en la actualidad, uno de los mejores enfoques para reducir el riesgo de cáncer de mama, destacándose como un factor modificable importante.

Sensibilizar e informar a la población en torno al cáncer de mama adquiere relevancia, dado que tanto el diagnóstico precoz como un acompañamiento integral para el tratamiento pueden mejorar significativamente la calidad de vida de las mujeres. Por esto, muchas organizaciones y empresas se unen al llamado a través de diversas acciones. En
nuestro país esta neoplasia está incluida dentro de las garantías explícitas en salud (GES) desde el año 2006, otorgando garantías de acceso, calidad, oportunidad y protección financiera a las personas en todas las fases de la enfermedad, diagnóstico, tratamiento y seguimiento, sin embargo, no todas las mujeres cuentan con un profesional especializado en nutrición para guiar su tratamiento.

Cada nuevo caso de cáncer de mama debiera considerar la asesoría nutricional en cada una de las fases de la enfermedad, con mayor énfasis en el momento del diagnóstico, cuando es posible realizar cambios en el estilo de
vida y alimentación, luego durante el tratamiento se deben atender las necesidades de cada paciente según el tipo de tratamiento anti-neoplásico y la sintomatología que manifieste, y posteriormente, un seguimiento continuo para asegurar la modificación en los hábitos alimentarios y reducir las comorbilidades, mejorando la calidad de vida.

Actualmente, el cáncer es una patología que se sigue investigando y a su vez aumenta la cantidad de información no científica en torno a su origen y posibles tratamientos, por lo que se hace muy relevante informar a las personas oportunamente, sensibilizar y tener en cuenta la evidencia científica que existe para otorgar un tratamiento efectivo y seguro a las personas. Para generar estrategias locales y a nivel de salud pública efectivas es necesario fomentar la investigación científica, disponer de información local y aumentar el conocimiento que tenemos de este tema en población chilena.