Por: Raúl Ceballos Fuentes, Especialista en Ciberseguridad y docente área Logística Marítimo Portuario del Instituto Profesional Virginio Gómez.

La ciberseguridad, a menudo vista como un laberinto técnico lejano a los pasillos académicos, ha irrumpido con fuerza en todos los escenarios. Si observamos a la academia como un microcosmos donde confluyen la investigación de punta, la innovación y una vasta demografía digital, la información sensible no se limita solo a datos personales, sino que abarca también la propiedad intelectual, el resultado de investigaciones y datos financieros cuya digitalización los hace susceptibles a amenazas que pueden desestabilizar tanto la integridad académica como financiera de las instituciones.

Así, a medida que la tecnología se va incrustando cada vez más en nuestras vidas diarias, paralelamente, la ciberseguridad se despliega como una preocupación creciente.

Recientemente, una conocida empresa de telecomunicaciones en Chile sufrió una incidencia cuyas repercusiones afectaron a los servicios públicos, los que experimentaron periodos de indisponibilidad en sus webs, mostrándonos las vulnerabilidades a las que estamos expuestos y, a la vez, la pericia y audacia de quienes actúan maliciosamente.

Ante este ataque, el Equipo de Respuesta ante Incidentes de Seguridad Informática (CSIRT) del Ministerio del Interior y Seguridad Pública se movilizó rápidamente para evaluar y contener el daño causado, demostrando cómo una violación a una sola entidad puede tener un efecto dominó y afectar a otras instituciones interconectadas.

Pero ante situaciones como ésta, debemos tener claro que un número significativo de ciberataques tiene éxito debido a errores humanos, ya sea originado en el clic en un enlace malicioso o por la utilización de contraseñas débiles que no representan una real barrera ante los atacantes, por lo que fomentar una cultura de seguridad cibernética dentro del entorno académico es una tarea cada vez más esencial.

En este contexto, campañas de concientización, la formación continua y la realización de pruebas de ataques son estrategias clave que permiten empoderar a la comunidad y al claustro académico, fortaleciendo en las instituciones de educación el rol dual de proteger su entorno y educar sobre la ciberseguridad, siendo su integración en los currículos y la promoción de la investigación en este campo, fundamentales para potenciar el desarrollo de la próxima generación de profesionales.

Desde hace un tiempo, octubre se representa como el Mes de la Ciberseguridad y, al terminar este ciclo, su paso ha dejado un claro llamado a la acción: debemos comprometernos con la protección cibernética de nuestras instituciones, ya que no se trata sólo de una barrera contra amenazas; sino, más bien, un facilitador del libre intercambio de ideas y del progreso educativo y científico.

En este contexto, las instituciones de educación superior tienen la oportunidad y la responsabilidad de ser líderes en el campo de la ciberseguridad, tanto en la preparación y respuesta como en la investigación y formación. Podemos convertir estos incidentes, aunque lamentables, en oportunidades de aprendizaje y puntos de partida para fortalecer nuestras defensas y prepararnos para los desafíos futuros.

Los llamo a la acción.