Por: Gustavo Bizama, Karien García, Pablo S. González, Gester Gutiérrez, Samuel Pérez, Patricio Silva Ávila y Dr. Ricardo Barra. Programa de Doctorado en Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias Ambientales UdeC. 

En el contexto del curso Sociedad y Ambiente del programa de Doctorado en Ciencias Ambientales, discutimos y analizamos críticamente la reciente Contribución de Chile al Acuerdo de París (NDC), poniendo énfasis en los componentes de mitigación y adaptación. Enfocamos nuestra reflexión en torno a tres ejes: aspectos destacables, algunos puntos negativos y recomendaciones.

En relación a los aspectos que se valoran de la NDC, destaca una mayor ambición de nuestro país para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), estableciendo una hoja de ruta clara y metas cuantitativas, lo que permitirá verificar en el tiempo el cumplimiento de estos objetivos. Precisamente, asociado a la reducción de GEI, nos parece un avance la mención que hace el documento en relación a los contaminantes climáticos de vida corta, como el carbono negro -comúnmente conocido como hollín-, al buscar una disminución del 25% de las emisiones al año 2030, considerando el impacto directo que tiene en la calidad del aire.

Uno de los puntos que se considera como transversal en la NDC, tiene que ver con el componente social, incluido a través del Pilar Social de Transición Justa, donde propone una serie de compromisos que buscan avances en materia de igualdad de género, participación ciudadana, inclusión de actores territoriales y colaboración institucional, donde resaltan las alianzas público-privadas. Consideramos que concretar estos avances, permitiría al país poder acercarse al diseño e implementación de medidas de adaptación que busquen el bienestar de la ciudadanía en su amplio concepto, alejándose de un modelo que haga de la desigualdad su motor.

Junto a lo anterior, se destaca la propuesta de incorporar la Economía Circular como un mecanismo de adaptación, lo que también se observa como un aspecto positivo, mirando en perspectiva la estrategia de desarrollo que se busca plantear. Lo que debemos mencionar es que, ante el corto plazo en el que este documento debe ser renovado, éste y algunos otros compromisos -como la implementación de una Gobernanza Multi-Nivel- parecen ser inalcanzables, lo que nos lleva a cuestionar la ambición que la NDC y el Gobierno se plantean, ya que esperamos que estos compromisos no terminen como un arma de doble filo, al plantear objetivos que, ni la voluntad institucional o la capacidad de estas mismas, no sean capaces de llevar a cabo o de implementar.

En relación al concepto de Transición Justa, creemos que no debe ser solo un enunciado o una propuesta innovadora, se hace necesario una mayor fundamentación y claridad sobre el entendimiento que el país tendrá en la implementación de políticas asociadas a este enfoque, sobretodo en la búsqueda de un exitoso proceso de adaptación en los territorios vulnerables.

Un punto que debemos mirar con atención es en relación a las metas cuantitativas asociadas a la forestación de 200.000 hectáreas de bosque para los próximos 10 años. El documento señala que del total comprometido, al menos 70.000 debieran ser destinadas a bosque nativos, lo que nos deja con una gran interrogante sobre si las 130.000 restantes sean de reforestación con especies exóticas.

Consideramos que esto debe ser explicitado y analizado con mayor profundidad, entendiendo la gran cantidad de estudios que exponen los impactos y presiones socioambientales que una gran superficie de bosque introducido puede generar en el territorio. Ejemplo de esto es en parte la escasez hídrica que algunos sectores de la Región del Biobío experimenta actualmente.

Precisamente en relación al Agua y entendiendo la Megasequía que el país enfrenta hace más de una década, lo que ha disminuido la disponibilidad de este valioso recurso principalmente en sectores rurales, no dejando ajeno a los sectores urbanos. En este sentido, el avance que la NDC muestra en el componente de Mitigación, debe ser traducido de forma más concreta en el componente de Adaptación, traduciéndose en la búsqueda de medidas a largo plazo y que permita asegurar los recursos necesarios para la satisfacción de las necesidades básicas de la población. Junto a esto, se deben impulsar procesos que abran espacios de concientización y educación para el desarrollo sustentable, traspasando a toda la población conocimiento sobre los impactos que la escasez hídrica y otros fenómenos asociados al Cambio Climático tienen.

La gestión de cuencas es una de las grandes deudas que Chile tiene y es necesaria la implementación de este tipo de gestión, lo que nos permitirá transitar desde una gestión de mercado para el agua, hacia una que enfrente las problemáticas actuales desde una perspectiva ecosistémica y holística, que incluya los servicios que prestan nuestros ríos, lagos y humedales al bienestar de la ciudadanía.

Debemos considerar que la protección de los ecosistemas es también fundamental. Si bien, el documento destaca el importante rol como sumideros de carbono que tienen las turberas, éstas no están presentes en una gran extensión de nuestro país, por lo que es fundamental aumentar la preocupación que se tiene por ecosistemas tan intervenidos como los humedales -donde hay avances, pero no a la escala necesaria- , muchas veces ubicados en áreas periurbanas, siendo afectados constantemente por la mala gestión de sus recursos y poca valoración de su relevancia para la mitigación y adaptación.

Si bien se reconoce la diversidad cultural, social y natural de nuestro país, consideramos que este tipo de documentos debe ser más enfático en el reconocimiento que se le entrega a los pueblos originarios, considerando el reconocimiento internacional que existe y la valorización que nosotros debemos entregar a los conocimientos ancestrales que estos pueblos nos pueden aportar en los procesos de adaptación a la crisis ambiental. Debemos profundizar en los mecanismos de coordinación de las acciones que cada sector realiza para enfrentar la crisis climática y verificar que no existan efectos colaterales al momento de implementar medidas.

Finalmente, queremos entregar algunas consideraciones que van en búsqueda de una mayor y más inclusiva discusión de este tipo de documentos, relevantes para el desarrollo del país. En primer lugar, consideramos que el lenguaje que plantea la NDC, si bien es acorde para una discusión científico-política, es necesario diversificar la manera en que se transmiten estos mensajes, permitiendo acercar estos conceptos a un público general, que motive la discusión ciudadana y donde todos los chilenos podamos comprender los compromisos planteados ante la comunidad internacional. Otro punto relevante, son los plazos que se plantean para cada meta, tal como mencionábamos anteriormente, esperamos no quedar ante una batería de acuerdos no cumplidos.

Aún queda mucho por ver en materia de Adaptación, sobretodo en cómo generarán los documentos y procesos participativos, por lo que estamos ante una oportunidad de fomentar la generación de modelos adaptativos que surjan desde la discusión local, estando mucho más en sintonía con las necesidades y problemáticas regionales y comunales, dejando atrás el centralismo asociado a algunas políticas públicas. Esto también guarda relación con la urgencia con que algunas medidas, como el desmantelamiento de centrales termoeléctricas o el avance hacia nuevas fuentes de energía.

Chile hace más de una década que ha adquirido fuertes compromisos ambientales en los diferentes sectores productivos, sin embargo, aún poseemos una gran deuda con el Medio Ambiente y su conservación, por lo que debemos orientar los esfuerzos en avanzar hacia un desarrollo sustentable.