Por: María Paz Casanova Laudien, Directora del Departamento de Estadística, Universidad de Concepción

Algunos docentes e investigadores, hemos pasado los últimos años estudiando las causas del abandono de los estudios superiores. ¿Nuestra meta? Diseñar estrategias para poder prevenirlo. Con ese fin, hemos invertido el tiempo leyendo a diversos autores; aplicando cuestionarios validados y entrevistas a estudiantes y a los que ya no los son, conversando con expertos, aprendiendo sofisticados métodos de análisis y utilizando modernos softwares.

La experiencia universitaria puede ser muy dura. Muchos estudiantes avanzan en sus carreras con apoyo de psiquiatras, psicólogos y medicamentos. La depresión y crisis de pánico son frecuentes.

Algunos jóvenes resultan exitosos, muchos otros se demoran gran cantidad de años en completar sus estudios. Hay quienes fracasan y vuelven a intentarlo, y algunos emigran definitivamente a contextos laborales, endeudados y sintiéndose fracasados. El momento de “perder” o “abandonar” una carrera suele caracterizarse por la ansiedad. Muchos no reciben apoyo de sus familias.

Las causas del abandono de los estudios superiores son muchas. Desde el espectro psicológico emergen razones motivacionales, relacionales. Desde la perspectiva social, problemas emocionales y dificultad de adaptación. Desde del contexto económico, cesantía de los padres, urgencia por trabajar. Desde la perspectiva académica, errores vocacionales, falta de hábitos, etc.

Un porcentaje no definido de estudiantes abandona los estudios sin que su entorno se entere. Concurren cada día a la universidad, vagan por los patios, entran a las aulas, se esconden de quienes conocen su fracaso y se inventan historias increíbles para ocultar la situación. Fingimiento diario.

Las razones de este “abandono no asumido”, como le llamé, fue mi tema de investigación hace dos años. Quería entender qué vivencias llevan a ese comportamiento. Me siento honrada y agradecida de quienes me compartieron sus experiencias. Me compartieron sus secretos con generosidad, para que sus testimonios ayudaran a otros a evitar ese sufrimiento. Gran responsabilidad en mis manos. Compartí mis hallazgos en el entorno académico, y los comparto aquí.

El “abandono no asumido” lo experimenta un o una joven con el siguiente perfil: Figura materna fuerte y paterna débil. Hijo mayor o único de padres separados. Ha asumido responsabilidades desde temprano. Es tímido, generoso y culposo. La madre no cumplió sus aspiraciones vocacionales y deposita en él o ella sus sueños frustrados. La familia decide la carrera a estudiar, explícitamente o presionando emocionalmente. A poco andar, el o la joven les explica que no desea continuar ese camino, pero no es acogido. Se suma que no encaja con los compañeros y se le hace cuesta arriba el estudio. Algunos obtienen buenas notas, pero con gran sufrimiento emocional. Finalmente fracasa o simplemente abandona, deja de asistir, sin siquiera realizar los trámites de rigor. Se siente momentáneamente aliviado. Entonces empieza el fingimiento, las mentiras, la culpa. No puede continuar con su vida y tampoco cerrar el círculo, le rondan pensamientos de suicidio. Se prolonga 2 o 3 años, hasta que es descubierto. Nuevamente se siente aliviado y culpable. La mentira terminó. Es un desastre familiar. Después de la tormenta aprenden autonomía, valoran sus decisiones, maduran. La relación con los padres solo a veces mejora, pero él o ella recupera su vida.

La razón de contar esta historia es prevenir a madres, padres, familia y amigos de este joven, en una época en que muchas mujeres criamos solas y tenemos grandes sueños para ese hijo o hija especial, tranquilo, responsable. Nuestras propias vivencias, y el deseo de que nuestro amado hijo o hija no sufra nuestras carencias, nos lleva a “ayudarle a decidir” y empujarlo amorosamente a un camino que no es suyo. Si no nos detenemos, nuestro querido hijo o hija, por amor, caminará cuesta arriba durante mucho tiempo, tratando de no decepcionarnos.

Aprovechemos esta época de pandemia para escuchar a nuestros hijos, sus preocupaciones y sus sueños. ¡Nos vemos a todas horas! Aún en medio del desgastante teletrabajo o la falta de trabajo, dejemos la queja y ocupémonos de recuperar espacios de conversación y de amor. La mayoría de nuestras seguridades ya no lo son, pero hay algunas que no podemos perder: el amor y la familia.

Casanova-Laudien MP, Díaz-Mujica A, & Soto-Vásquez P. (2019). Deserción no asumida: Un fenómeno psicosocial difícil de pesquisar. En D. Murillo, D. Saavedra, & M. Fernández, Editores. Memoria VIII Conferencia Latinoamericana sobre el abandono en la Educación Superior, p. 79-87. Disponible en: https://revistas.utp.ac.pa/index.php/clabes/article/download/1893/2838/