Con profundo pesar recibió la Universidad de Concepción la noticia del fallecimiento del profesor emérito René Cánovas Robles, quien formó parte de la historia de este plantel durante gran parte del siglo XX.

En su vida, recibió variados homenajes tanto desde la academia como desde la comunidad. En 2018, cuando René Cánovas Robles cumplió 100 años, las autoridades universitarias le rindieron un homenaje. Ese mismo año recibió la medalla Juan Martínez de Rozas, otorgada por la Municipalidad de Concepción. Ambos reconocimientos se sumaron a los muchos que el académico sumó a lo largo de su trayectoria.

El libro “René Cánovas Robles”, escrito por Maximiliano Díaz Soto y Carlos Muñoz Labraña y editado en 2018 por la Corporación Educacional Masónica de Concepción resume tanto la trayectoria como el peso específico del profesor Cánovas. Nació en San Rosendo, en 1918. Ingresó en 1937 a estudiar Pedagogía en la Universidad de Concepción, siendo posteriormente Director de Escuela, Decano y Vicerrector. Fue profesor del Liceo de Concepción, el mismo donde cursó sus estudios secundarios. En 1947 se casó con María Emhardt Lobo, con quien tuvo dos hijos y una hija.

También tuvo una destacada trayectoria ligada a la masonería: en 1986 fue elegido presidente de la Corporación Educacional Masónica de Concepción, cargo que ejerció hasta 1992. Como estudiante, fue presidente del Centro de Alumnos de su carrera, y vicepresidente de la Federación de Estudiantes. Se tituló en 1942, con la tesis “La imagen de muerte en la poesía chilena”. Obtuvo el premio Universidad de Concepción, máximo honor estudiantil, que se entrega hasta nuestros días.

Es el último de los grandes que iba quedando. Aquellos que hicieron su vida en torno a la Universidad a mediados del siglo XX. Es un hombre de larga trayectoria, profesor de Castellano como se decía en esa época, que supo amalgamar en su vida el lema ‘por el desarrollo libre del espíritu”, expresó el académico de la Facultad de Educación y coautor del libro, Dr. Carlos Muñoz Labraña.

Fue un hombre realmente excepcional, un hombre bueno, que contribuyó mucho al desarrollo de la Universidad. Fue un Vicerrector en terreno, recorría las ciudades del sur, llegaban hasta Valdivia invitando a los estudiantes a inscribirse en las distintas carreras de la Universidad. También abrazó los ideales de la masonería, cuyos principios hizo realidad en el transcurso de su vida”.

Orgulloso universitario

Además de sus labores como docente de educación secundaria, el profesor Cánovas ingresó en 1943 como ayudante en el Curso Normal -que formaba profesores de primaria- impartido por la Facultad de Filosofía y Letras. Desde 1946, en forma paralela, se desempeñó como ayudante de la cátedra de Gramática Castellana, iniciando así su vida como académico universitario. En 1952 se convierte en profesor de la misma cátedra, y en 1953, fue elegido secretario de su Facultad, para luego convertirse en su Decano en dos períodos, a partir de 1955. Tras ello, fue Vicerrector de la Universidad a partir de 1963 y hasta 1969, primero en tiempos del rector Ignacio González Ginouvés y luego con el rector David Stitchkin Branover. Entre muchas tareas, trabajó por el desarrollo de una reforma universitaria, en la que se propusieron importantes cambios curriculares, según reseña el libro de Díaz y Muñoz. En 1993, recibió de manos del rector Augusto Parra Muñoz, la designación de Profesor Emérito.

Ante esta destacada trayectoria, fue el mismo profesor Cánovas, en una de sus entrevistas, quien habló del significado que para él tenía la Universidad. “Es parte de mi vida, trabajé casi cincuenta años en la universidad, además fui alumno de ella, de modo que para mi es como mi hogar”, dijo a Revista Panorama en 2018.

Allí resumió también su idea de Universidad. “La Universidad de Concepción se distingue porque es pluralista, amante de la libertad y tiene dos principios básicos, el principio de la libertad que está expresado en su himno, y otro que es ‘sin verdad y esfuerzo no hay progreso’, entonces son distinciones únicas. Es una universidad laica, que no tiene ninguna confesión religiosa, que acepta con tolerancia todas las ideas. Es una universidad realmente especial”.

Su biografía, reseñada en este artículo, destaca múltiples testimonios de alumnos del profesor Cánovas, en los que aseguran que no solo enseñaba gramática, sino que “también algunas virtudes humanas imprescindibles para desempeñarse en la vida, no solo profesional, sino que también personal”.

En dicho libro, Leopoldo Enrique Jerez, uno de sus estudiantes, recordó: “nos enseñó perseverancia, porque la fuerza interior le permitía llevar a buen término las cosas que emprendía…trabajaba hasta el final pues era disciplinado y decidido…Le admiramos su fortaleza, pues se mantenía fiel a sus convicciones y le hacía frente con firmeza y energía a las diferentes situaciones con que nos encontramos en la vida”.

Fuente: Noticias UdeC