Según datos de la WWF, principal organización de conservación de la naturaleza a nivel global, la pérdida y el desperdicio de alimentos en el mundo varía entre 20% y 45%, dependiendo del tipo de producto, siendo las frutas y verduras las que lideran el ranking, junto con las raíces y tubérculos (45%), seguidas por cereales, pescados y productos marinos (30%), además de productos avícolas, lácteos, carne de vacuno, legumbres y oleaginosas.
Considerando esa realidad, profesionales de las facultades de Agronomía y Farmacia, y del Centro de Vida Saludable de la Universidad de Concepción, trabajan en una iniciativa que apuesta por educar y concienciar a la sociedad para fortalecer la sostenibilidad y seguridad alimentaria en Ñuble y Biobío, a través del proyecto “Compromiso UdeC para la reducción de las pérdidas y el desperdicio de alimentos”.
La coordinadora de la iniciativa, Dra. María Dolores López, explicó de relevancia de contrarrestar esta problemática.
Estudios de la Universidad de Santiago revelaron en nuestro país se botan 3.700 millones de kilos de alimentos cada año, lo que equivale a más de 4.000 canchas de fútbol llenas de comida.
Además, el desperdicio de alimentos tiene un impacto significativo en la crisis climática, pues es el responsable de la producción del 10% de los gases de efecto invernadero (GEI) que afectan al planeta. También significa destrucción del bosque, desviación del agua de los ríos, degradación del suelo y pérdida de biodiversidad.
Por ello, el proyecto es una oportunidad para concientizar a la ciudadanía, a través de actividades de investigación, voluntariado y una plataforma virtual.
Detrás de cada producto que consumimos se emplea una gran cantidad de tierra, agua y energía, que puede perderse al ser desechado. Esto, ya que para la producción de 1,2 toneladas de alimentos se requiere de 4,4 km2 de tierras agrícolas y 760 km3 de agua. Sin embargo, esta es una situación poco conocida, pues la mayoría de las personas no considera que su alimentación sea determinante en la crisis ambiental.
En esa línea, la investigadora sostuvo que “uno de los problemas que existe a nivel global es la cuantificación del desperdicio, porque la pérdida más o menos se puede determinar, pues ocurre entre la pre y post cosecha del alimento, pero el desperdicio en los hogares y restoranes es muy complicado de medir”.
La propuesta es financiada por la Vicerrectoría de Relaciones Internacionales y Vinculación con el Medio (VRIM) y contempla dos años de ejecución.
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