Por: Dra. Ana León, especialista en medicina familiar y alimentación saludable.

En estos días de apuro, tecnología e inmediatez, es muy escaso, o casi nulo, el tiempo que le damos a nuestras necesidades personales. En especial, a una de las más importante de todas, según mi punto de vista: la alimentación.

Somos lo que comemos. Cómo comemos y la calidad de nuestra alimentación dice mucho de nosotros. Y cuando hablo de calidad no me refiero únicamente al tipo de alimento que elegimos, sino más bien a la intención que ponemos al momento de alimentarnos.

En el artículo “Rol de la emoción en la conducta alimentaria”, publicado en la Revista Chilena de Nutrición (2020), Ana María Palominos, especialista en la Psicología de la Nutrición, se refiere al proceso del comer emocional, que es la relación que existe entre la emoción y la conducta alimentaria. En su publicación, la profesional revela evidencia respecto a diversos estudios que han demostrado que determinadas emociones, tales como ira, culpa, ansiedad, entre otras, afectan nuestra relación con la comida y pueden generar, por ejemplo, conductas alimentarias impulsivas.

Por otra parte, el Ayurveda, que es un sistema de medicina holístico centrado en la persona y su relación con el contexto, plantea que la alimentación es un acto trascendente para el ser humano.

Es energía que se transformará en más energía. Es por esto que el sistema de origen indio recomienda, entre otras cosas, elegir alimentos frescos y nutritivos, lo más cercanos a lo natural, como vegetales, frutas, granos y semillas.

Es importante considerar que el proceso de alimentarnos comienza a través de nuestros sentidos. Un olor que despierta un antojo o una imagen que evoca un recuerdo, son algunas de las situaciones que están presentes día a día al momento de comer.

Para caminar hacia una alimentación más consciente y cuidadosa con nuestras necesidades corporales, podemos empezar a modificar nuestra rutina con pequeños pasos, como: activar el sentido de la vista para elegir vegetales y frutas de diversos colores; ante un antojo específico, consumir este alimento lentamente, volviendo a evocar ese recuerdo agradable; hidratar nuestro cuerpo con agua, pudiendo añadir alguna hierba aromática o pequeños trozos de frutas que hagan más agradable su consumo.

Estas recomendaciones son una muestra de que actos simples pueden hacer grandes cambios que contribuyan a dejar atrás viejas creencias, dando espacio a nuevas formas de relacionarnos con nuestro cuerpo y avanzar hacia un mayor bienestar.