En varios países de Europa como Alemania, Finlandia, Bulgaria, Hungría o España, los partidos políticos de ultraderecha han aumentado su participación en los respectivos parlamentos nacionales y, en algunos casos, llegaron a ser claves en la formación de gobierno, como en Suecia, por ejemplo.

Allí, a mediados de octubre, el Parlamento eligió como primer ministro al conservador Ulf Kristersson, que gobernará en minoría con democristianos y liberales, pero con el apoyo externo del partido ultraderechista “Demócratas de Suecia (DS)”, convirtiéndose así en el primer jefe de Gobierno sueco que llega al poder gracias a los votos de la extrema derecha.

En abril, Marine Le Pen perdió la segunda vuelta presidencial en Francia, pero en junio, en las elecciones legislativas, obtuvo 89 diputados en la Asamblea Nacional, un éxito sin precedentes para el partido de extrema derecha en ese país.

En Italia, en tanto, el partido de ultra derecha “Fratelli d’Italia”, liderado por Giorgia Meloni, fue la fuerza más votada en las últimas elecciones y, tras ser propuesta por la coalición de derecha que encabeza (y de la que también forman parte Matteo Salvini y Silvio Berlusconi), se convirtió en la primera mujer en encabezar el Gobierno italiano, justo un siglo después de que Benito Mussollini asumiera el mismo cargo.

Ultraderecha y Populismos

En una entrevista publicada por France 24 el pasado 13 de octubre, Antonio López-Istúriz, Eurodiputado del Partido Popular Europeo, de “derecha tradicional”, señaló que más que preocuparse por la extrema derecha hay que enfocarse en los “populismos, que al final solo son humo y paja, y que se sienten más cómodos en la oposición, pero no cuando son Gobierno”.

Si bien el concepto se sigue debatiendo académicamente, pues existen diferentes visiones del mismo, para la abogada y académica UdeC, Paulina Astroza Suárez, especialista en Derecho Internacional y Relaciones Internacionales, un importante sector ha establecido, en términos generales, que “cuando hablamos de populismo, estamos hablando de una ideología, doctrina, estrategia o discurso, en que se divide a la sociedad en un pueblo virtuoso que se opone a una élite corrupta”.

Astroza explica que, en la práctica, el populismo “es una ideología delgada, en el sentido de que tiene que nutrirse de ideas de otras corrientes políticas” para llenarse, por lo que pueden ser de izquierda o derecha.

La también directora del Programa de Estudios Europeos UdeC destaca que en el caso de la ultra derecha hay varios elementos que son coincidentes con el populismo, uno de ellos es la ausencia de un mediador entre el propio partido o movimiento, aludiendo a los partidos tradicionales, y el “pueblo virtuoso”.

Astroza complementa que un aspecto diferenciador entre populismos de izquierda y derecha, en la mayoría de los casos, tiene relación con un elemento “nativista”, es decir, lo “étnicamente puro”, homófobo en mayor o menor medida y profundamente nacionalista, ideas que en general no tienen eco en la extrema izquierda.

Por otro lado, y en línea con la idea de la “élite corrupta”, no son pocos los partidos o movimientos que plantean su soberanía nacional como aspecto fundamental de sus políticas, en contra de la intervención extranjera, a quienes consideran parte de esta élite imaginaria, representada por uno o más países, como la ONU o la Unión Europea.

Sin embargo, aclara Astroza, algunos movimientos que llegaron a proponer la disolución de la Unión Europea han moderado su discurso anti globalista, primero porque la población no recogió completamente esa idea y, segundo, tras lo ocurrido en Gran Bretaña con el Brexit y la actual crisis económica.

Luis Lira Camposano, periodista y Analista del Observatorio de Asuntos internacionales de la Universidad Finis Terrae, señala que “una característica del populismo es que recoge demandas del pueblo, pero con escaso debate” y concuerda en el ejemplo del Brexit. “Hemos visto que estos movimientos tienen muchas características populistas y se cuelgan de las crisis para ofrecer una solución”, indica.

El surgimiento de una ola… ¿pasajera?

Los avances políticos mencionados al principio no son resultado de una sola acción reciente, todo lo contrario. Son fruto de un trabajo sostenido durante varios años, impulsado por diversas crisis.

Como una forma de situar el origen del auge que manifiestan hoy los partidos políticos de ultra derecha en Europa, considerando los votos obtenidos en elecciones parlamentarias y presidenciales, Lira sitúa como punto de partida la crisis económica de 2008, que comenzó en Estados Unidos en 2006, y la crisis migratoria, principalmente a raíz de la Primavera Árabe, entre 2010 y 2012, y la Guerra Civil Siria, con uno de sus puntos más álgidos en 2015.

Considerando el caso italiano, el analista ejemplifica que los partidos de derecha y extrema derecha “Movimento 5 Stelle” y “La Lega” son fruto de ambas crisis, la financiera y migratoria, en cambio el partido de Giorgia Meloni, “Fratelli d’Italia”, es fruto de la pandemia.

Ahora, hay que ver cuánto va a durar la coalición de Meloni en Italia”, plantea.

Para Paulina Astroza, el auge de estos movimientos no es un fenómeno pasajero y señala un dato clave: la ultraderecha europea no solo le ha quitado votos a la derecha y a la izquierda tradicional, sino que incluso a la extrema izquierda, “y en la medida en que no renueven su relato, es probable que la radicalización en la sociedad siga aumentando”.

La convivencia europea

El covid-19 y la crisis sanitaria han vuelto a poner a prueba la convivencia en Europa. En 2020, Hungría y Polonia vetaron el acuerdo sobre el presupuesto de la Unión Europea para 2021-2027, en rechazo a que la entrega de estos recursos estuviera vinculada al respeto del Estado de Derecho. De hecho, ambos países han rechazado sistemáticamente que se establezca este tipo de criterios a los fondos comunitarios, de los que son receptores netos.

Recordemos que, en Hungría, el primer ministro Viktor Orbán se ha mantenido en el cargo de forma ininterrumpida desde 2010, y desde la oposición le han acusado de impulsar reformas antidemocráticas, reducir la independencia de la prensa, el poder Judicial y el Banco Central, e incluso de modificar la Constitución para evitar enmiendas a la legislación respaldada por su partido. Así lo explica Luis Lira.

Ahora, en septiembre de este año, la Comisión Europea propuso suspender el desembolso de fondos europeos por valor de €7.500 millones a Hungría por sus continuas violaciones a los principios del Estado de derecho, especialmente en materia de lucha contra la corrupción y fraude en los procedimientos de contratación pública. La decisión sobre bloquear o no estos recursos debía tomarse en octubre, pero Orbán pidió al resto de socios comunitarios que consideren la opción que recoge la normativa de extender dos meses el plazo bajo determinadas circunstancias, es decir, hasta el 19 de diciembre.

Paulina Astroza agrega que tanto la pandemia como la invasión de Rusia a Ucrania, si bien han unido al bloque en varios aspectos, han revelado algunas divisiones entre los países del norte, contribuidores netos como Finlandia, Suecia o Alemania, y los países del sur, habitualmente más pobres, “o expansionistas del gasto”, como España o Italia.

También es evidente la distancia entre los países del este y oeste europeo, sobre todo en cuanto a la dependencia del gas que proviene de Rusia. “Países como Hungría, Italia o Austria dependen mucho del gas ruso, entonces la sensibilidad que tienen frente al tema [la invasión rusa] es distinta a la que pueden tener españoles o franceses que cuentan con energía nuclear”.

Eso sí, “desde que se crearon las comunidades europeas, ha habido muchas crisis y los países han sabido gestionarlas. Como resultado, se ha ampliado el número de países o se ha profundizado la integración”, explica la especialista y agrega que los integrantes “han ido aumentado la cantidad de temas y dimensiones que los Estados Nación le traspasan a este ente supraestatal determinadas competencias”.

Lira agrega que la mayoría de los partidos o movimientos de ultraderecha nacen como “euroescépticos”, aunque al llegar a convertirse en una alternativa seria de Gobierno tienden a moderar su discurso, tal como hizo la propia Giorgia Meloni al formar su gobierno, que aseguró “respetar la democracia y ser detractora de todos los autoritarismos, incluido el fascismo”.

La ultraderecha europea y América

Es innegable la influencia de la ultra derecha europea en otros lugares del mundo. Paulina Astroza sostiene que ha habido un efecto reflejo, por ejemplo, de este discurso principalmente nacionalista en Estados Unidos, al punto de elegir a Donald Trump como presidente en el periodo anterior.

Asimismo, en América Latina, el recientemente derrotado presidente de Brasil, Jair Bolsonaro; el presidente de El Salvador, Nayib Bukele; y el ex candidato presidencial chileno, José Antonio Kast, “tienen un discurso muy parecido, idéntico en muchos casos”.

En cuanto a la relación de América Latina con Europa, Luis Lira complementa que, por parte de los europeos, la agenda está marcada por la guerra en Ucrania y, con el invierno cerca, lo fundamental es el precio de los combustibles.

Es de esperar que una vez que pase lo peor de la guerra haya un acercamiento, porque hay que recomponer relaciones”, sostiene Lira y recuerda que desde 2015 no hay una cumbre entre líderes de Europa y América Latina, pues la última en agenda, en 2017, se suspendió por las diferencias en torno a la crisis en Venezuela.

Cabe señalar que, en palabras de Luis Lira, América Latina vive “una ola rosa” con los gobiernos de izquierda que asumieron este año, en Colombia o Chile, además del reciente triunfo de Lula da Silva en Brasil, lo que contrasta, al menos a nivel de gobiernos, con el panorama europeo.