Por: Dr. Eduardo Peña, especialista en Ecología del Fuego y académico de la Facultad de Ciencias Forestales UdeC.

En este inicio de 2024 la tragedia nos impacta una vez más en la Región de Valparaíso con nuevos incendios catastróficos, fenómeno que está siendo más frecuente desde el año 2000, por el aumento de la temperatura en el planeta. El resultado son temporadas de incendios de más meses, de mayor intensidad del fuego y severidad de daño, mayor dificultad para el control del fuego y nuevas zonas afectadas.

Es evidente que los tres grandes episodios que han afectado la Región de Valparaíso, más los incendios de la temporada 2016-2017 en Biobío-Maule y 2022-2023 en Biobío, confirman que ya no existen las capacidades de control de los mega incendios (sexta generación). Este no es solo un problema de Chile, a pesar de que en los últimos 20 años se ha cuadruplicado el presupuesto destinado al combate de incendios, es un problema que afecta a todo el mundo.

Los mejores ejemplos son lo que ocurrió en Australia en 2019 cuando se quemaron 11 millones de hectáreas y en Canadá en 2023 oportunidad en la que ardieron 15 millones de hectáreas, cifras que son extremadamente grandes cuando se compara con la peor temporada de incendios en Chile, en 2017, en que se quemó un total de 0,6 millones de hectáreas. En el caso de Australia, después de2009 en que grandes incendios causaron la muerte de 174 personas, llegaron a la conclusión que habiendo combustible los grandes incendios no se pueden controlar y por ello se debe manejar el combustible.

En general a través del mundo y en Chile se debe aceptar que se debe cambiar de estrategia, primero se debe seguir manteniendo el actual sistema que se puede considerar exitoso en más del 99% de los eventos de fuego, pero siempre hay uno o dos eventos que explican la mayor parte del daño y que son incontrolables. El sistema de control que se aplica en la actualidad es eficiente en su accionar, pero no tiene capacidad de control ante ciertos eventos de fuego. Como muestra se puede mencionar que, en los últimos 12 años, sin considerar las dos temporadas extremas de 2017 y 2023, en promedio en Chile ocurrió un total de 6780 incendios anuales y cada uno quemó 11,1 hectáreas, ratificando que la estrategia de llegar a combatir a cada en los primeros 10 minutos es efectiva, pero no es de resultados positivos cuando hay focos múltiples.

Se debe cambiar al manejo de combustible (eliminar, reducir, discontinuar), lo que debe ser obligatorio en los bordes de los centros poblados y de viviendas rurales, estableciendo el estado la normativa técnica de este manejo de combustible, la premisa es que si no hay combustible o este es mínimo el fuego no puede actuar en forma incontrolable.

El manejo de combustible puede ser de múltiples opciones, pero la más tradicional por su bajo costo y efectividad es la utilización de quemas prescritas para reducir la carga de combustible fino, menor a 2,5 cm de espesor, porque este combustible es el que facilita la ignición y propagación del fuego. Los efectos negativos de las quemas prescritas son significativamente menores que un incendio forestal que no es planificado y que ocurre en la época cuando pueden realizar el mayor daño. El concepto es que la gestión de los combustibles es realizada por el ser humano y no por los incendios. Por ello nace la paradoja que para evitar los incendios forestales y reducir el daño debemos preparar con quemas prescritas un territorio mas resiliente, donde sea más fácil controlar el fuego. Ratifica esta paradoja de fuego contra fuego el hecho que el combate de estos grandes incendios se puede también contrarrestar con contrafuegos, es decir, iniciar un fuego en contra del incendio a bastante distancia del foco principal, pero que este fuego avance hacia el foco principal creando así una amplia zona sin vegetación sobre la cual el incendio principal tiene menor probabilidad de sobrepasarla. El contrafuego que sería un fuego que recién se inicia no tiene complicaciones para su control como es la dificultad ante el foco principal que ya ha desarrollado una dinámica de alta propagación.

Existe una segunda paradoja, el trabajo de manejo de combustible alrededor de los centros poblados puede ser el mejor posible, pero si los centros poblados y viviendas no mantienen limpios sus patios y techos, la llegada de pavesas que vuelan varios kilómetros (hasta 30 km se observó en Australia, lo normal es hasta dos kilómetros) sí o sí generarán focos al interior de las ciudades. Por ello, la limpieza de viviendas y centros poblados deberá también ser obligatoria, así se aplica el concepto que la prevención se inicia en casa. Más adelante incluso se debiera regular el diseño de la vivienda y material utilizada en su construcción, de tal forma que sean resistentes al fuego, aunque por ahora es difícil de aplicar, porque con suerte las personas logran construir con cualquier tipo de material.

El concepto de viviendas limpias debiera ser sí o sí aplicable en las zonas donde las construcciones están en quebradas y cerros, ya que el fuego solo por la acción de la pendiente aumenta en 4,5 veces su velocidad de propagación y si se presenta viento, que existirá porque el fuego crea las ráfagas, la velocidad del fuego puede aumentar hasta 10 veces más que en condiciones sin viento. Por lo general ambos factores actúan en conjunto por lo que la propagación será hasta 12 a 15 veces más rápido que en una zona plana. Este es el drama que sufren los cerros de Valparaíso-Viña del Mar y también en diversas zonas del país, además de la alta carga de combustible de las viviendas

La paradoja es que definitivamente el fuego genera grandes catástrofes, pero este fenómeno puede ser utilizado como una herramienta para resolver en forma más efectiva el problema de incendios, reduciendo la carga y continuidad del combustible y directamente controlando el avance del fuego con contrafuegos, minimizando los impactos negativos de los mega incendios forestales.