Por: Cristóbal Villaseñor-Parada, Doctor en Ciencias Biológicas y académico del Instituto Profesional Virginio Gómez.

Los humedales constituyen ecosistemas únicos, ya que no son hábitats completamente terrestres, ni tampoco completamente acuáticos. Sin embargo, esta combinación de dos mundos tan distintos en un área relativamente pequeña genera una de las maravillas de la naturaleza, debido a que permite el desarrollo de una rica biodiversidad que puede parecer aún más inusual cuando estos ecosistemas se encuentran dentro del límite urbano de una comuna.

En estos casos, además de la importancia ecológica antes mencionada, los “humedales urbanos” constituyen una verdadera área verde en medio de las ciudades, siendo en algunos sectores, la única a la que pueden acceder los vecinos.

Su importancia es innegable, pero a pesar de ello, los humedales urbanos se ven constantemente sometidos a diversas amenazas que van desde la degradación de hábitat por el sector inmobiliario, hasta la contaminación generada por los propios visitantes.

Fue sólo hasta hace poco más de un año que se promulgó la llamada “Ley de Humedales urbanos”, que modifica diversos cuerpos legales con el objetivo de entregar una protección especial a estos ecosistemas. Dicha ley fue recibida por la comunidad como una verdadera panacea a la conservación de estos espacios, pero al poco andar se hizo evidente que, por sí sola, la ley es completamente ineficaz.

Casos como el relleno e inutilización de la desembocadura del Río Andalién, el aumento en la frecuencia de microbasurales en el humedal Playa Negra de Penco, la ocurrencia de vertederos clandestinos en las inmediaciones del humedal Vasco de Gama en Hualpén y el impactante incendio que afectó gravemente el humedal Paicaví de Concepción, son eventos que impactan fuertemente en las condiciones y supervivencia de la flora y fauna de estos ecosistemas. Eventos que ocurren aun cuando la Ley de Humedales Urbanos se encuentra completamente operativa.

La triste moraleja que nos deja la experiencia de esta realidad es que no es suficiente con una legislación robusta para enfrentar el problema, sino que, además, se hace necesaria, e inclusive imprescindible, la acción mancomunada tanto de la ciudadanía como de las diferentes entidades gubernamentales para la aplicación efectiva de esta ley, lo que constituye un verdadero desafío para la conservación de estos importantes ecosistemas.