Un equipo de investigadores del Departamento de Geofísica de la Universidad de Concepción recordó que este miércoles 10 de noviembre se cumplen 99 años desde el último terremoto importante en la Región de Atacama, ocurrido ese día de 1922.

Además de conmemorar el evento, que generó un tsunami que alcanzó las costas de Japón, entregaron antecedentes de esta zona tectonónicamente especial y que está siendo fuertemente monitoreada. La razón: es una de las áreas candidatas para generar el próximo terremoto en Chile.

Los profesores Arturo Belmonte y Marcos Moreno y la académica Ignacia Calisto explicaron que el sismo en el Norte Chico alcanzó una magnitud de 8,5, luego de que se fracturara una sección de unos 400 kilómetros de largo del contacto entre las placas de Nazca y Sudamericana, específicamente bajo las ciudades de Taltal por el norte y Huasco por el sur.

Su intensidad generó la destrucción de centenares de casas y construcciones públicas, además de un maremoto que alcanzó hasta los 9 metros de altura al romper sobre la costa de Chañaral y 7 metros en la bahía de Coquimbo, donde el mar ingresó seis veces, explicó la doctora en Física y especialista en Tsunamis, Ignacia Calisto Burgos.

Ambos fenómenos naturales provocaron 664 muertos y decenas de heridos en una zona que, en aquel año, contaba con unos 40 mil habitantes. La gran mayoría, además, vivía en precarias condiciones, pues el país atravesaba un período de crisis económica y social con un sector acomodado muy pequeño y una gran mayoría de personas bajo la línea de pobreza. Estas situaciones, en conjunto, estaban generando un malestar creciente que terminaría desembocando en una nueva Constitución, la de 1925.

¿Las historias se repiten? Las humanas es probable, pero las naturales seguro, pues en la misma zona ya hay energía suficiente para un nuevo terremoto.

Para comprenderlo, indican, hay que analizar lo sucedido a principios del siglo  XX. El 20 de mayo de 1918 y luego el 4 de diciembre del mismo año se produjeron dos terremotos de magnitud 8,2 y 7,9, respectivamente, explica el sismólogo Dr. Arturo Belmonte Villanueva. El primero bajo Taltal y el segundo en el área de Coquimbo, es decir, en los extremos norte y sur de la zona que luego rompería en 1922. Y hubo un aviso tan sólo tres días antes, pues el 7 de noviembre de ese año se produjo un sismo 7 también en Taltal.

Pasaron las décadas con sismos de entre 7 y 7,5 de magnitud, principalmente en 1923, 1925, 1939, 1966 y 1983; lo que en el último par de décadas han sido comprendidos como parte del destrabamiento de placas en un largo proceso de acumulación de energía, pues la teoría de la tectónica de placas es de 1960-1970. Esto además fue comparado con el registro histórico de un terremoto en 1819, 103 años antes del de 1922. Los años calzaban en la teoría de los ciclos sísmicos, por lo que los 99 años desde el último gran terremoto son un signo de alerta ante esta posibilidad.

El profesor Belmonte explica que esta zona sismogénica de Chile es bastante particular, ya que la Placa de Nazca posee una zona de alturas submarinas relevantes en la llamada Dorsal de Juan Fernández, la que se va introduciendo lenta e inexorablemente bajo la Sudamericana. Además, esta área de la placa oceánica es más vieja, tiene una mayor inclinación en su subducción y la zona de contacto tiene mucho menos sedimento debido a la escasez de ríos que lo lleven hasta el mar; todo en comparación a la zona centro sur de Chile (Los Vilos hasta Taitao).

Esto hace que el contacto entre ambas placas sea más heterogéneo en Atacama, por lo que las zonas que se traban y acumulan energía son, en general, algo más pequeñas que las que se producen más al sur. Y el tipo de subducción también es razón de que en esta área no existan volcanes. Pero hay una última particularidad recientemente descubierta: es la única zona de Chile en la que se han registrado “terremotos lentos recurrentes”.

Por esta última razón, más la necesidad de seguir comprendiendo los ciclos sísmicos, es que un grupo de investigadores liderados por el doctor en geodesia Marcos Moreno, continúan la investigación con el proyecto Precursor, que justamente está analizando los terremotos lentos de la zona, ya que uno se produjo en 2008 a 2010 y otro entre 2014 y 2016.

Lo que aún no se sabe con certeza es si estos terremotos lentos destraban energía retrasando un terremoto típico o además son una anomalía que puede ser precursora del terremoto esperable para esa área tras 99 años sin un sismo sobre magnitud 8.

Por todo eso, en la zona se instalaron 85 estaciones sismológicas, las que se suman a las 40 ya existentes en el área puestas por el Centro Sismológico Nacional; además de 27 GPSs que miden la deformación superficial provocada por la subducción y sus respectivos sismos.

El profesor Moreno contó que ya se ha comprobado que es una zona con alta sismicidad, lo que se ha podido determinar gracias a la alta concentración de instrumentos de medición. Tecnología que sigue observando la sismicidad y la deformación o la generación de un nuevo terremoto lento en esta área, la que está formada por tres segmentos, asperezas o áreas trabadas entre placas con potencial resultado de terremotos.

Moreno explicó que uno de estos segmentos está ubicado, más o menos, entre el sur de Antofagasta y Taltal; un segundo segmento entre Taltal hasta el norte de Caldera y un tercero desde Caldera hasta Huasco. Asperezas que fueron identificadas gracias a datos sismológicos y de GPS obtenidos entre 2016 y 2019. En 1922 la ruptura que provocó el terremoto fue simultánea en las asperezas 2 y 3, de Taltal a Huasco.

Aunque nunca se puede saber lo que ocurrirá exactamente en el futuro”, aclaró Moreno, de romperse sólo uno de estos segmentos se produciría un terremoto 8,1 a 8,3; mientras que dos segmentos generaría uno similar al de 1922, o sea, entre 8,4 y 8,7. Aunque el peor escenario, y más improbable, es que alcance un tercer segmento, generando un sismo mayor a 8,9.

Se repita o no la historia natural en Atacama, siempre hay que estar preparados.