Edgardo Neira
Artista visual, Profesor Emérito del Departamento de Artes Plásticas UdeC

Desde que en 1966 apareció su libro La objetividad, un argumento para obligar, el pensamiento de Humberto Maturana no ha cesado de expandirse, y no cesará ahora con motivo de la disrupción de su vida. El distinto modo de preguntarse sobre qué es lo vivo, le llevó a instalar respuestas y conceptos que al exceder su campo específico: el de la biología, se han expandido a casi todos los ámbitos del conocimiento, desde lo ético, social, educacional, político e incluso al mundo filosófico y espiritual. Es que decir que la objetividad sea un argumento para obligar, equivale a informar que no vemos la realidad tal como es, sino tal como somos, es decir del modo como estamos constituidos; desde lo bio-molecular hasta lo anatómico. En tal sentido, el concepto más reconocido de H. Maturana y el que mayor impacto ha tenido, es el que junto a Francisco Varela concibieron como: AUTOPOIESIS.

Económicamente dicho, tal concepto alude a cierta autonomía de los procesos metabólicos que ocurren al interior de la célula y, en consecuencia, que constituyen a los seres vivos. Es pues, esa autonomía lo que les confiere un borde que les define, una existencia singular, “discreta” dice él.

Sin embargo, tal autonomía es procesual y por tanto está condicionada a un devenir, es decir al propio programa biológico que considerará control, desarrollo, interacción con el medio, reproducción y, finalmente, su disrupción, expresión con que Maturana refiere a la muerte.

De lo anterior se desprende una condición paradojal, y es que si bien la autopoiesis celular equivale a un sistema cerrado (rodeado por una membrana celular) es, al mismo tiempo, abierto; esto porque sus funciones no serían posibles si tal membrana o borde, no tuviese un grado de permeabilidad que permita el ingreso y salida de substancias, condición indispensable para sus procesos vitales.

Pero el intercambio no será sólo de substancias, sino, además, de información; flujo de datos que en su grado más complejo denominamos: lenguaje. Pero, como ya se dijo, ese lenguaje nunca dará cuenta de una realidad objetiva o universal, siempre será sólo un argumento, una retórica de poderes, aunque sean en el acto de amar. Las palabras en su producción de realidad pueden develar, pero también ocultar.

Se podrá notar, entonces, que lo que se pone en juego es la existencia misma de La Verdad, pero desde el pensamiento de Humberto Maturana, el hecho que no nos sea posible alcanzar la VERDAD real y verdadera, no nos faculta para mentir, para manipular, para no cumplir con lo prometido, para amenazar o secuestrar voluntades. Es que lo humano cuenta con poderes que otros biosistemas no cuentan, al menos en apariencia, así: la reflexión, el respeto, la honestidad y la capacidad de confiar en otros humanos, son facultades lo bastante maravillosas e importantes como para preservarlas.

El fallecimiento de Maturana ocurre en momentos en que el nicho ecológico que llamamos Chile debe elegir su devenir. ¿Qué nos podría proponer el biólogo devenido sabio? Tal vez sólo nos preguntaría: ¿Somos aún capaces de reflexionar más allá del slogan, somos capaces de opinar y actuar con honestidad, podemos respetar al de la vereda del frente, somos aún capaces de confiar, de amar?