Como un ejercicio para simplificar cientos de páginas de información y hacerla más accesible al público general, el Dr. Christopher Martínez Nourdin, director alterno del Núcleo Milenio sobre Crisis Políticas (Crispol), realizó un análisis comparado de los programas de gobierno de seis de los ocho candidatos a la Presidencia de la República: Jeannette Jara, Johannes Kaiser, José Antonio Kast, Evelyn Matthei, Harold Mayne-Nicholls y Franco Parisi. Eduardo Artés y Marco Enríquez-Ominami no habían presentado sus programas ante el Servel al momento de concretar este trabajo.
La principal novedad de este informe radica en que fue producido a través de inteligencia artificial, analizando los programas de gobierno a través de dos softwares de IA: las versiones pro de ChatGPT, de OpenAI; y Claude, de Anthropic.
“Una herramienta que llegó para quedarse es la inteligencia artificial. Entonces, si uno dedica tiempo y da instrucciones superdetalladas para poder analizar esto, puede sistematizar y reducir toda esa complejidad a ciertos ítems y le puedes preguntar, por ejemplo, por el perfil ideológico, por los temas claves que los candidatos están priorizando en su programa o cuáles son las emociones que ellos proyectan en su programa”, explicó el Dr. Martínez.
Respecto del perfil ideológico, esta subdimensión se midió asignando a cada candidatura un puntaje continuo entre -1 (izquierda fuerte) y +1 (derecha fuerte), en función del lenguaje, énfasis y orientación programática observados en el rol del Estado en la economía; política social y redistribución; autoridad, orden y seguridad; migración y fronteras; relación trabajo capital; valores culturales y derechos civiles; y nacionalismo versus internacionalismo.
Los programas presidenciales analizados exhiben una amplia gama de posiciones ideológicas a nivel general, que van desde una izquierda reguladora y redistributiva (Jara), hasta un liberalismo radical que combina libertarianismo económico con escepticismo institucional (Kaiser). El investigador profundizó en estos resultados, destacando que el análisis revela una competencia programática marcada por clivajes ideológicos bien definidos, en especial en temas como economía, seguridad, migración y valores culturales.
Un segundo aspecto revisado es el posicionamiento respecto de temas clave en la agenda pública: migración, desempleo, crimen y seguridad, crecimiento económico, pueblo versus élite y democracia.
El crimen y la seguridad son abordados de manera transversal, aunque con énfasis distintos: mientras Kast, Matthei y Kaiser proponen un enfoque punitivo y centrado en el orden, Jara y Mayne-Nicholls priorizan intervenciones sociales y preventivas.
La migración es también un punto divisorio: Kast y Kaiser la vinculan con desorden y delincuencia, proponiendo restricciones severas, mientras Jara y Mayne-Nicholls enfatizan la integración y el respeto a los derechos humanos.
En cuanto al desempleo y crecimiento, todos los programas coinciden en considerarlos desafíos prioritarios, pero difieren en los instrumentos: la derecha propone desregulación y fomento empresarial; la izquierda, inversión pública y fortalecimiento del empleo formal.
Finalmente, el eje pueblo-élite y la democracia aparecen con más fuerza en los discursos de Parisi y Kaiser, en clave anti-política, mientras Jara y Mayne-Nicholls refuerzan una noción participativa e institucionalista de la democracia.
En conjunto, expuso el Dr. Martínez, los programas delinean dos bloques con visiones contrapuestas sobre las causas de los problemas públicos y los caminos para enfrentarlos.
El tercer eje central de este informe es el la dimensión emocional de los programas de gobierno, qué sienten los candidatos. Esto se midió identificando la presencia e intensidad de seis emociones clave: esperanza, empatía, orgullo nacional, urgencia, rabia/indignación y miedo/preocupación.
Para cada emoción, se asignó un puntaje del 1 al 10 en función del lenguaje utilizado, los ejemplos mencionados y el tono general del documento, en una codificación que consideró tanto expresiones explícitas (“crisis”, “ahora o nunca”, “futuro mejor”) como recursos narrativos (historias de vida, apelaciones simbólicas o tono moralizante).
En términos generales, los perfiles emocionales de los programas de gobierno revelan un predominio de emociones negativas asociadas al diagnóstico del país, como el miedo, la urgencia y la indignación, especialmente en candidaturas de derecha como las de Kast, Matthei y Kaiser, donde se destacan referencias al caos, la amenaza del crimen, el deterioro del orden y la pérdida de un Chile reconocible.
En contraste, candidaturas como la de Jeannette Jara y, en menor medida, la de Mayne-Nicholls, optan por un tono más esperanzador y empático, centrado en la reconstrucción del pacto social, la protección social y la cercanía con las personas. La emocionalidad del programa de Parisi, en tanto, oscila entre la frustración con las élites tradicionales y la promesa tecnocrática de eficiencia y modernización, con un estilo menos dramático pero igual de confrontacional en lo discursivo.
La emocionalidad, como desarrolló el académico de la Facultad de Economía, Negocios y Gobierno de la Universidad San Sebastián, no sólo cumple una función expresiva, sino que estructura las prioridades políticas y el tipo de vínculo que cada candidatura busca establecer con la ciudadanía.
Respecto de la importancia de analizar los programas de gobierno de los presidenciables, el Dr. Martínez planteó que “lo que termina ocurriendo en el día a día o con las encuestas semanales, es que uno se termina perdiendo en hechos que son muy individuales o irrelevantes (…) este tipo de análisis lo que permite es tomar dos pasos de distancia y mirar un poco más de lejos a las candidaturas”.
“Los programas también reflejan las personalidades de los candidatos y lo que ellos proyectan en el tiempo”, afirmó.
Finalmente, el investigador relevó la posibilidad de utilizar herramientas de inteligencia artificial en este tipo de tareas, señalando que “antiguamente, si hubiésemos querido nosotros analizar estos programas de gobierno, lo que hubiese tenido que hacer era contratar varias personas para que leyeran y codificaran a mano cada programa, según los ítems que le di a ChatGPT y a Claude para que codificaran automáticamente. Esto no solamente hubiese tomado recursos, sino que también harto tiempo y además introducir un elemento subjetivo bastante importante que podía variar entre cada uno de ellos”.
“En ese sentido, es una herramienta bien transparente respecto de las instrucciones que uno le da para medir este tipo de atributos de ideología, de temas clave y emociones, y que además tiene la facilidad de producir esta información rápido. Esto no quiere decir que sea algo infalible, por supuesto que hay errores, hay sesgos, y por supuesto que tanto Chat GPT como Claude pueden alucinar, que es uno de los problemas que tiene la inteligencia artificial. Por eso, también fui cotejando lo que me iban diciendo con los programas, para ver que efectivamente fuera así”, concluyó.
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