A la luz de la presente emergencia por los megaincendios que han afectado tanto a las regiones de Maule, Ñuble, Biobío, La Araucanía y Los Ríos, el debate respecto de la responsabilidad de las empresas forestales volvió a agudizarse, esta vez, a través de categóricos llamados a regular más fuertemente el rubro y exigir más y mejores medidas de prevención y mitigación. Pero, ¿cuál es la relación entre estos siniestros y la actividad forestal? ¿Qué factores son los que hoy facilitan el avance del fuego a través de los cultivos?

Las anteriores son solo algunas de las preguntas formuladas al Dr. Aníbal Pauchard, director del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), investigador asociado del Laboratorio de Invasiones Biológicas (LIB) y académico de la Facultad de Ciencias Forestales de la UdeC.

En conversación con Radio UdeC, el especialista recordó las condiciones bajo las que la industria forestal inició sus actividades en nuestro país, advirtiendo que si bien esta tuvo un explosivo desarrollo tras la promulgación del Decreto de Ley 701 de 1974, su presencia en el territorio nacional data desde inicios de los 50′.

La implementación de dicho modelo forestal, explicó el Pauchard, no solo persiguió motivos económicos, sino que también solucionar el problema de erosión derivado de la progresiva degradación que la zona centro-sur de Chile comenzó a acumular a partir del siglo XVII y, con mayor intensidad, desde 1800, tras el boom de la exportación de trigo y de otros cereales.

El problema, apuntó el especialista, es que la alta rentabilidad del rubro motivó a pequeños y grandes productores a competir por el suelo disponible y a transformar otras zonas no erosionadas en plantaciones.

Competencias y perjuicios

«Todo pedazo de territorio que pudiera ser utilizado para forestación con especies exóticas fue destinado a eso», comenta el investigador asociado del LIB UdeC, lo que configuró mosaicos o ensamblajes de vegetación con «muy poco espacio para otros usos como el bosque nativo, que desafortunadamente se encuentra muy degradado en nuestra zona».

Lo preocupante, añade, es que dicho deterioro compromete a parte del llamado hotspot chileno, área con prioridad para la conservación dada su alta biodiversidad y endemismo, y que forma parte de un limitado listado de 36 regiones biogeográficas a nivel mundial.

En ese sentido, Pauchard clarifica que, al contrario de lo que se suele plantear, la competencia por el suelo no se origina con la llegada del modelo forestal, sino que proviene de procesos más largos de degradación del paisaje relacionados con el uso agrícola.

Planificación, cultivos y fuego

El académico de la Facultad de Ciencias Forestales UdeC recordó lo planteado a mediados de febrero por la Sociedad de Ecología de Chile respecto de que la ocurrencia de eventos de incendios forestales obedece a la conjugación de tres factores: condiciones climáticas favorables, representadas por la fuerte acción de los vientos, la baja humedad del aire y el incremento de las temperaturas; la acumulación de material combustible, como cultivos exóticos y las especies invasoras; y las fuentes de ignición, relacionadas principalmente con acciones humanas voluntarias o involuntarias.

Dichos factores, afirma, son los que deben estar presentes a la hora de planificar los territorios.

En esa línea, Pauchard apuntó enfáticamente a la necesidad de desarrollar «un modelo distinto de manejo», ya que todas las especies pueden quemarse bajo ciertas condiciones. No obstante, no todas lo hacen a la misma velocidad, por lo que la humedad sería determinante a la hora de explicar por qué tanto especies nativas, como la quila, e invasoras como la rosa mosqueta, la retamilla y la zarzamora facilitarían tanto la propagación de las llamas a nivel de suelo como su ascenso a través de los troncos.

Evidencia científica y oportunidades

En cuanto a las diferentes acusaciones y comentarios sobre la supuesta participación de la industria forestal en las quemas de sus propias plantaciones, el investigador las calificó como «otro mito» que suele surgir en esta clase de emergencias. «Ninguna empresa quiere que se le quemen las plantaciones, dado su alto valor comercial», reafirmó.

Por el contrario, apuntó a la poca relevancia que empresas y autoridades otorgan a la abundante evidencia científica disponible y presentada por diferentes universidades e institutos tras los incendios forestales de 2017. «Es lamentable la oportunidad que nos perdimos», concluyó.

De momento, el Dr. Pauchard plantea que lo urgente es detener la continuidad del fuego a través de la elaboración de cortafuegos más amplios no solo en las inmediaciones urbanas, sino que también en las zonas más altas de los cerros. Ello, afirma, facilitaría la contención de los incendios de mayor magnitud, como es el caso de Santa Ana, que ya ha consumido hectáreas en Nacimiento, Santa Juana y Coronel, y en la actualidad amenaza a San Pedro de la Paz.

En cuanto a proyecciones, el especialista espera «un año complicado» para los paisajes quemados, cuyos suelos hoy se encuentran sin cobertura vegetal y afectos a la erosión. Ello también representa una oportunidad para plantear una nueva planificación, que se enfoque tanto en restaurar otros tipos de vegetación en las zonas afectadas como en manejar adecuadamente las especies exóticas.

Finalmente, el Dr. Aníbal Pauchard adelantó que tanto el IEB como otros centros científicos de excelencia se encuentran evaluando junto con el Gobierno las opciones que existen para la reconstrucción del paisaje. «Me parece interesante, porque la restauración ecológica formaría parte de eso. Hay muchas oportunidades, pero tenemos que actuar con decisión y voluntad política», concluyó.

Revisa la entrevista con el académico UdeC aquí: